Este pechito alguna vez quiso tener su local de alquiler de videojuegos. Y en tamaño emprendimiento jaló a tres primos y su hermano mayor.
Creo que tenía 13 años que, influenciado por esas pelas gringas en las que los chibolos se ganan sus dolarillos vendiendo limonada, se me ocurrió la grandiosa idea de abrir un 'vicio'. Yo ya tenía mi Sega Genesis y había visto que en las galerías Brasil alquilaban esa consola.
Por aquella época, mis primos Esaú y Job habían vuelto a vivir con nosotros en la casa de mi abuela. Al primero le encantó la idea. Fui con él con quien alquilé por primera vez un Super Nintendo en un depa de los edificios de Fonavi que están al lado del puente Atocongo, en San Juan de Miraflores, donde él vivía con su hermano menor.
Esaú fue testigo de cuan bien les iba a sus amigos que comenzaron alquilando consolas, así que compartía de alguna manera mi sueño. Ellos tenían un SNES por lo que solo nos faltaba una consola adicional como para tener un local "decente", pensaba yo.
Convencimos a otro primo para que se sumara a nuestro alocado proyecto con su Super Nintendo. Él vivía en Lince, pero en mi mente febril ese pequeño detalle no era óbice. Le dije que podría dejarnos su consola por un tiempo y que, con el dinero que iba a generar "nuestra empresa" (fíjense que ya la llamaba empresa), se compraría uno nuevo. ¡Increíblemente aceptó!
Mientras hacíamos los preparativos, sacábamos cuentas de cuánto cobrar por hora, designábamos roles en la empresa (mi hermano, por ser el mayor, iba a ser el "guardián"), se nos había olvidado preguntarle a la dueña de la casa si permitía que hiciéramos ese negocio. Como era de esperarse, mi abuela Amanda, engreídora al 100 por ciento, nos dio luz verde.
Ya faltaban una semana para comenzar a alquilar las consolas cuando otro tema nos preocupó: ¿y si la municipalidad nos intervenía? Si bien mis primos nunca vieron que le cerraran el vicio a alguien por su casa, el temor era legítimo, teniendo en cuenta que, durante una supuesta intervención a nuestro soñado local, podrían llevarse las consolas y adiós todo: la empresa y nuestra diversión.
Igual los calmé. Les dije que por el barrio siempre habían existido 'vicios' en contra de la ley y que hasta ahora no los habían clausurado. Solo les cité el caso del local que aún alquila consolas cerca de la universidad San Martín, que a todas luces no debería estar ahí. Todos mis socios se quedaron tranquilos.
Todo iba viento en popa cuando un día antes de inaugurar nuestro local, mi otro primo me llamó para decirle que su mamá no le dio permiso para llevarse su consola. "No importa", les dije a los demás. "Salimos con mi Genesis y el SNES", pensé.
Y el día llegó. A eso de las 10 de la mañana, sacamos un anuncio fuera del balcón, escrito con plumones, esperamos sentados a que nos tocaran la puerta los parroquianos ansiosos por divertirse. Pasaron las horas y nada. Mi hermano mayor se aburrió y se fue a ver fútbol en la canchita de barrio. Esaú se puso a jugar Contra III con Job. Yo traté de pasar por enésima vez Shadow of the Beast. Se hizo de noche y nadie tocó la puerta. Lo único que atiné a hacer a las 8 pm fue salir al balcón y retirar el anuncio. Así moría mi intento de tener el 'vicio' propio...
Y ustedes, ¿alguna vez quisieron armar su local para alquilar videojuegos?
Pedro Rivas Ugaz
Fuente: inserteunaficha
lariko, un favor tio, mira, kiero que hagas un letrero y lo peges en fevacel que diga que todos los sabados ay retos, y luego te paso otro dato para q hagas algo mas, de ahi hablamos , bye.
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