viernes, 12 de octubre de 2012

EL INGENUO INTERIOR


Soy un tipo ingenuo, crédulo por naturaleza. De hecho, soy de los que vieron el video en el que Alberto Kouri recibe dinero de Vladimiro Montesinos con la boca abierta (a pesar de que la transacción era un secreto a voces). Soy de los que esperó sentado que Fujimori volviera de Brunei en el 2000, porque un presidente de la República jamás va a huir así, pues. Soy de los que piensa que un hombre tiende a preservar su dignidad, que alguien que se cree inocente, o que siente que actuó bien de acuerdo a las circunstancias, no se rebajará nunca dejar que lo castiguen con la deshonra de un indulto (salvo que se sienta muy enfermo). Soy, pues, un tipo crédulo. Hace unas semanas, creí que Fujimori estaba muy mal y hasta comprendí a sus hijos: unos chicos desesperados que no quieren ver morir a papá entre rejas (es un decir, no hay rejas en el departamento donde vive Fujimori). Ya perdieron —me dije—, deben vivir con el deshonor y ahora solo quieren dar vuelta a la página. 

Y entonces vi a Kenji Fujimori declarando el día en que él y sus hermanos presentaron oficialmente el pedido de indulto. Creí que el congresista se iba a dirigir a la opinión pública con humildad, arrepentimiento y dolor. Es más, cuando dijo “mea culpa” tuve alguna esperanza. Pero no. Fujimori hizo la aclaración: “Es necesario recalcar la inocencia de mi padre en los casos por los que se le condenó”. Lo escuché en RPP y fui a la web para ver si no había escuchado mal. ¿Es posible pedir un indulto y negar la legitimidad de la condena? ¿Se puede ser tan arrogante al solicitar una gracia excepcional, que se da en casos extremos y que obtiene muy poca gente en el Perú? ¿Y la reparación civil? “Se tratará de pagar, pero también que se empiece a pagar la pensión de mi padre”. 


Se tratará de pagar. ¿Cuánto gana Kenji en el Congreso? ¿Cuánto ganó su hermana allí? ¿Es tan difícil colaborar mensualmente con la causa? Si no fuera por mi ingenuo interior, creería que la reparación les importa un bledo.


Kenji Fujimori añadió muy serenamente que el equipo médico que evaluará el indulto no debe “ceñirse al estado actual”, sino que debería analizar también la evolución de la enfermedad desde… ¡1997! En ese momento, y me disculparán, mi ingenuo terminó de morir de un derrame cerebral y apareció el hombre lógico: Fujimori no se está muriendo y el pedido de indulto humanitario no es tal cosa, es más bien el pasaporte hacia una libertad que parece pactada. Solo así se explica tanta majadería. Y no me miren así, Hiro y Sachi, que no les creo. Es más: me late que en esta solicitud no intervino ninguna lágrima




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