jueves, 12 de mayo de 2011

LA OTRA ZONA ROJA.


Hola, soy Wendy. Soy escort.

Wendy no necesita una zona rosa para alquilar su perfecto cuerpo, el cual muestra sin pudor a los clientes que luego de verla y cruzar mensajes por chat dejan el terreno de lo virtual para tocarla, degustarla y, claro, olvidarla.

A los 19 años, esta estudiante universitaria gana unos 500 dólares a la semana por ser escort, dama de compañía o puta. “No me mato mucho”, dice. Que Wendy no se mate significa cuatro días de sexo (un cliente cada día, hora y media aproximadamente) y tres para su novio, que no imagina lo que hace su chica cuando ‘apaga el celular’.

“También soy anfitriona, pero más rentable es ser escort. Además, esto me da tiempo para estudiar”, escribe Wendy, uno de los culos más perturbadores de Lolitas-Vip.

Si le preguntas por qué lo hace, la respuesta es más simple de lo que cualquiera se imagina: “Para tener una buena vida”.

Aquí no hay dramas, señoras y señores. Tampoco es de las que “gusta de su trabajo”. Para Wendy, esto es una chamba que le permite comprarse ropa de marca, ir a “buenos sitios”, y viajar. Sus padres le pagan la universidad. Lleva dos años en esto, y no se arrepiente. Lo dejará en algún momento, pero por ahora la pasa bien. “No me culpo de nada. No pienso tanto”, añade. Sus clientes jamás serán sus amigos. Sus clientes jamás le golpearán el corazón, aunque confiesa que se ilusionó con un empresario de cuarenta que le ofreció todo.

“Preferí seguir trabajando y no engancharme con una persona mayor. No estaba preparada para una relación, pero fue bonito sentir ese interés de parte de alguien como él, tan importante, tan inteligente”, explica. Y está el novio, su primer hombre. “No sé si lo amo, quizá sí. Tiene 30. Estoy con él desde los 16, a veces creo que es costumbre. Quiere casarse, y yo quiero vivir. Ya veremos qué pasa… Ah… No me gusta que me mantengan los hombres, por eso trabajo”.

A diferencia de otras escort que he entrevistado, Wendy no se siente una cosa sexual. Disfruta cada encuentro. Pone límites sí. Por ejemplo, no acepta “extravagancias”. ¿Qué son extravagancias? Wendy precisa que no amarra a nadie a la cama, no da latigazos y no acepta tríos. “Es muy peligroso entrar en esos terrenos”, dice.

Ella se manda sola. No tiene caficho ni ‘representante’. Su número telefónico está en la red. Allí la encuentras. “Sin mi BlackBerry no haría nada”, suspira. Si bien algunos se conforman con escuchar su voz sensual para fijar la cita, otros quieren verla por la cam. A veces, vale la pena. Wendy se conecta al Messenger, y se muestra un poquito. El problema es que no siempre puede porque está en clases en la universidad.

Quienes están pensando en una zona rosa para Lima ignoran quizá la sección Clasificados de los diarios de Lima y el centenar de webs que ofrecen servicios sexuales, donde chicas como Wendy esperan una llamada telefónica o un contacto virtual para salir en busca del cliente en algún hostal o departamento.

Para el psiquiatra Freddy Vásquez, los peruanos transcurren cada vez más en esta otra zona rosa, la virtual. Aquí todo es más discreto: puedes parecer un señor concentrado en tu trabajo delante de la computadora, pero la verdad es que estás con Wendy chateando hot, cerrando trato para ir a su encuentro.

En esta zona rosa virtual, los riesgos también existen, así no tengas ‘caficho’ o te muevas en calles solitarias y oscuras. Ser puta, en la calle o en la red, puede ser peligroso. Salir ilesa de esa cama o de esa esquina también es cosa del azar.

Autor: Esther Vargas

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